Después de las vacaciones,¿te duermes en la oficina?

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Redacción / Explora CDMX5
01 de septiembre 2025
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Tres de cada 10 trabajadores en México experimentan un conjunto de síntomas físicos y psicológicos que dificultan su reincorporación a la rutina laboral, conocido como síndrome postvacacional (SPV), que provoca apatía, ansiedad, fatiga, mal humor, angustia, tristeza, insomnio, palpitaciones, sudoración excesiva, mareos, dolores de cabeza y falta de concentración.

Al concluir los periodos de descanso, un fenómeno silencioso, pero de alto impacto afecta a la tercera parte de la fuerza laboral del país, este transtorno adaptativo que afecta el bienestar y tiene consencuencias para las empresas en su productividad. 

De acuerdo al Instituto del Propósito del Bienestar Integral (IPBI), del Tec Milenio, destaca que el impacto económico de este fenómeno es considerable. 

Estudios internacionales citados por el IPBI indican que el estrés laboral y la falta de atención a la salud mental pueden ser responsables de hasta un 30% de la pérdida de productividad.

En México, señala el IPBI, los costos asociados al ausentismo laboral, una de las posibles consecuencias de un síndrome postvacacional severo, pueden representar hasta el 7.3% de la nómina de una empresa. “El síndrome postvacacional no es una debilidad individual, sino un termómetro de la

salud organizacional”, consideró Rosalinda Ballesteros, Directora General del IPBI. 

Ante este escenario, el Instituto propone: 

Capacitar a los líderes para que gestionen equipos con empatía y apoyen activamente el bienestar de sus colaboradores.

• Fomentar un equilibrio real entre la vida laboral y personal a través de políticas de flexibilidad y respeto al tiempo de desconexión.

• Crear una cultura de seguridad psicológica donde la comunicación abierta y el reconocimiento sean la norma.

• Implementar programas de apoyo que faciliten una reincorporación gradual y positiva tras los periodos vacacionales.

El síndrome es típicamente transitorio. El IPBI explica que los síntomas suelen durar desde unos pocos días hasta dos o tres semanas. Un análisis más detallado sugiere que el periodo de adaptación necesario para que un colaborador recupere su nivel de rendimiento habitual puede extenderse entre 15 y 20 días, un lapso significativo en términos de productividad. 

Esta brecha se explica en gran medida por el impacto de síntomas debilitantes como el insomnio, que atacan directamente el pilar fundamental del bienestar: el descanso.

El sueño es un proceso biológico esencial que ocupa un tercio de nuestra vida y su calidad tiene un efecto directo en el funcionamiento cognitivo. La falta de sueño profundo, común en el SPV, es crítica para la consolidación de la memoria y la concentración, lo que explica por qué la fase de bajo rendimiento puede prolongarse. 

Por ello, la recuperación activa del colaborador está directamente ligada a su capacidad para restablecer un descanso adecuado, consideró este Instituto.




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